martes, 17 de marzo de 2015

 El origen de la leyenda del Holandés Errante, se pierde en los albores del tiempo. Es esa historia que todo marino cuenta a sus hijos y nietos con algo de ironía, como quien sabe, que no es más que un relato de fantasmas y superstición. Sin embargo, la estela de esta leyenda tiene esa esencia real que todo hombre habituado al mar conoce: El deseo de enfrentarse al mar, de retarlo y sobrevivir en él para dominarlo. Porque no hay enemigo más feroz que ese dios durmiente que habita bajo las aguas del océano.

El hombre que desafió a Dios

Es difícil concretar una fecha y un nombre. Aunque muchos historiadores sitúan el origen de la leyenda en un hombre, en el capitán Vanderdecken. Un marino holandés algo arrogante y brabucón del siglo XVII, que tuvo que enfrentarse a una violenta tormenta mientras se disponía a cruzar el peligroso cabo de Buena Esperanza. La tripulación y los pasajeros le pidieron aterrorizados que se dirigiera a puerto, que se pusiera a salvo para aguardar a que el feroz temporal amainara. ¿Obedeció el capitán? En absoluto.


Lejos de admitir cualquier sugerencia, Vanderdecken, se burló de todos ellos y empezó a entonar canciones sacrílegas mofándose del mar e incluso de Dios. Lleno de soberbia los desafió a todos, ensalzando sus virtudes y su valentía mientras se amarraba al timón de su nave. La tripulación se amotinó e intentó luchar con él para intentar hacerlo entrar en razón. Mientras, los pasajeros, no pudieron más que arrodillarse y empezar a rezar para pedir ayuda.

Fue entonces cuando el propio Dios, abriendo un portal entre esa oscura tormenta, bajó de los cielos para ver a ese hombre impío que lo estaba retando y que además, intentaba llevarse la vida de numerosos inocentes. Se enfrentó a Vanderdecken, le comentó que si tanto disfrutaba con el dolor ajeno, a partir de ese mismo momento sería condenado a vagar en soledad perpetua por el océano.

Y lo haría siempre en medio de la peor de las tempestades, la más violenta. La más oscura. Y todo aquel que se cruzara con su terrorífico navío, moriría sólo con verlo. Se alimentaría únicamente de hierro candente y de hiel, y su única compañía sería un grumete: un hombre con cuernos y fauces de león. Aterrador, no hay duda.

Bernard Fockke

Esta, es la versión más clásica del Holandés Errante, pero hay otras. Dentro de la mitología vikinga también se habla de un hombre que osó robar el anillo a los dioses, y que éstos, lo castigaron convirtiéndolo en un esqueleto que vaga atado al palo mayor de una nave fantasmal de velas negras. A su vez, también disponemos de la interesante historia del capitán del Libera Nos, en el siglo XVII. Bernard Fockke gobernaba un barco asombrosamente rápido. Todos los marinos envidiaban su habilidad como navegante, puesto que realizaba las travesías de Holanda a Java en muy poco tiempo.

Otro aspecto que llamaba la atención en él, era su asombrosa fealdad y su mal carácter, de ahí que se rumoreaba que el capitán Fockke, en realidad, había hecho un pacto con el Diablo. Le había dado un navío rápido y la habilidad para gobernarlo. A cambio, le había robado su atractivo… Y su felicidad.


La leyenda del Holandés Errante se nutre de múltiples y fascinantes relatos. Tanto es así, que incluso el propio Wagner se sintió fascinado por esta historia. Para representarla, se basó en la obra teatral de  Edward Fitzball, en la cual, se añade un componente romántico: El holandés Errante dispone de un descanso cada cien años, momento en el que se le permite buscar a una mujer que desee compartir vida con él… Y con su maldición.

Version del Holandes para los Piratas del Caribe.