viernes, 15 de julio de 2016

Zheng He
Zheng He había nacido en 1372 en la pobre y montañosa provincia china de Yunnan, en el momento en que el poder de los mongoles estaba empezando a ser sustituido por el de una nueva dinastía local, los Ming. Con tan sólo diez años fue capturado por los ejércitos Ming, su familia era musulmana y había luchado al lado de los mongoles. Como era costumbre con los prisioneros que eran hombre, lo castraron, un proceso al que muchos no sobrevivían.

Zheng He, convertido en eunuco, fue enviado a la corte en Beijing a servir a un gran príncipe, Zhu Di. El príncipe y Zheng He conspiraron para derrocar al sobrino de Zhu Di, el emperador de China, y se acabaron enfrentado a él. Finalmente, los rebeldes tomaron la capital, Nanjing, y el príncipe fue entronizado como el emperador Yongle el 17 de julio de 1402.

Una vez conseguida la victoria, el nuevo emperador estaba ansioso por demostrar su legitimidad y mostrar las riquezas y poder de su nuevo imperio al mundo. Al mismo tiempo, Yongle pretendía impulsar el comercio marítimo, una actividad que hasta entonces había sido despreciada y que él creía que podía convertirse en una fuente de ingresos muy provechosa para el estado al no recaer sobre los campesinos.

Emperador Yongle
Una de las primeras acciones del Yongle al llegar al poder fue recompensar a Zheng He, que había destacado sobre el resto de sus comandantes durante la revuelta, nombrándolo almirante. Junto al nuevo cargo, Zheng He recibió el encargo de construir una gran flota para navegar y comerciar por los mares de Oriente. Se trataba de una gran misión, pero también peligrosa, tormentas, tifones, monstruos marinos, piratas y sultanes le esperaban. Zheng He contaba con la ayuda de mapas, aunque algunos eran de hacía siglos, que describían la costa, las posiciones de las estrellas y los puntos en los que se podían abastecer de agua potable.

Para cumplir las órdenes del emperador se construyeron unos gigantescos astilleros en la rivera del rio Yangtze, a las afueras de Nanjing, y que hoy aún se conservan. En total, entre 1403 y 1407 más de 1600 naves fueron construidas o remodeladas en esos astilleros.

La Flota del Tesoro
Aparte de los fines comerciales, los motivos que impulsaron a Yongle a emprender semejantes expediciones no están del todo claros y pudieron ser múltiples. Por un lado se baraja la posibilidad que las expediciones hubieran sido un intento de encontrar al anterior emperador, Jianwen. Se había extendido el rumor que Jianwen no había muerto en la caída de Nanjing al no encontrarse su cadáver, por lo que estas expediciones podían haber servido para buscarle. Además, en el caso de que Jianwen estuviera vivo y buscando apoyo extranjero, la flota podía constituir una advertencia para sus posibles aliados.

La búsqueda de animales y plantas exóticas, especialmente con fines medicinales, podía también estar detrás de la creación de la flota, junto con el intento de establecer relaciones diplomáticas o la lucha contra la piratería. Aunque para muchos estudiosos el aspecto más crucial para la creación de la flota fue el propio carácter megalómano del emperador Yongle.


El primer viaje

La primera expedición imperial zarpó en otoño de 1405. En total 317 barcos, con velas rojas y banderas de seda en los mástiles, a bordo de los cuales había más de 28.000 hombres, al mando, Zheng He. Durante más de dos años de travesía visitaron Sumatra y Sri Lanka, y oyeron por primera vez de la existencia de “Mouxia” (Moisés), que ubicaron erróneamente en la ciudad y creyeron formaba parte de la religión hinduista. Tuvieron enfrentamientos con piratas en las proximidades del estrecho de Malaca y sufrieron algún que otro tifón.

La flota de Zheng He era una especie de ciudad flotante. Tenía barcos que llevaban caballos, otros tropas, había, también, barcos de guerra, patrulleras y unos 20 barcos cisterna que transportaban agua.

(Bao suchuan) Eran los buques más grandes de la Flota, con nueve palos. No se sabe exactamente cuántos barcos del tesoro se construyeron ni cuántos iban en cada flota. Durante el reinado de Yongle hubo unos 250 barcos del tesoro y 62 fueron del tamaño más grande, aunque el novelista Lou Maotang sugirió que sólo fueron cuatro. Su tamaño exacto es también objeto de debate ya que no se ha conservado ninguno. Los datos con los que se cuenta son los siguientes: Las descripciones de la época (como el Ming Shi), que hablan de un tamaño de "44 zhang y 4 chi de longitud, 18 zhang de ancho". No se sabe a qué sistema métrico se referían, anteriormente se interpretaba que la longitud era de unos 137-150 metros, actualmente se toma como más probable que se empleara el sistema métrico de Fujian, que arroja un tamaño de 119-124 metros de largo y 49-51 de ancho.El hecho de que en algunas descripciones se utilizaran caracteres complejos en vez de simplificados lleva a pensar que se trataba de barcos excepcionalmente grandes. Se trataría de los mayores barcos jamás construidos en madera.

Otros estudiosos sostienen que estos barcos podrían haber sido aún más grandes, se basan para ello en cálculos a partir de hallazgos y restos arqueológicos. El descubrimiento de un timón enterrado en el barro cerca de los astilleros de Nanjing permitió deducir que la eslora del barco en el que estaba montado podría haber sido de entre 160 y 180 metros. El tamaño de las atarazanas de Nanjing, dos de las cuales eran de 450 metros de largo y unos 64 metros de ancho, podría reforzar esa hipótesis.

Otros expertos, sin embargo, consideran del todo improbable que barcos de esas dimensiones pudieran navegar. Las investigaciones más recientes, y que son aceptadas por la mayoría estudiosos actuales, fijan la eslora de los barcos del tesoro entorno a los 60 metros. Una explicación para las dimensiones, aparentemente ineficientes, de los colosales barcos del tesoro es que el Emperador y sus burócratas sólo los usaban para sus desplazamientos de estado a lo largo del Yangtze. Por ejemplo, cuando acudían a pasar revista a la flota de Zheng He. En las aguas mucho más calmadas del Yantgze los gigantescos Barcos del Tesoro sí que podrían haber sido capaces de navegar.


Tomando las descripciones de la época como ciertas, los barcos tendrían un aspecto impresionante, con nueve mástiles, cuatro cubiertas y camarotes lujosos con balcones. Se da por hecho que eran mayores que cualquier otro barco anterior a ellos y varias veces el tamaño de las carabelas de Colón. Además, estaban mejor equipados, pues contaban con brújulas magnéticas y compartimentos estancos. Incluso algunas descripciones afirman que tenían parcelas de tierra a bordo. Pero pese a toda esta organización la vida no era fácil. Zheng He perdió muchos de ellos por las tormentas y muchos otros se estrellaron contra la costa, las enfermedades también eran comunes abordo y muchos hombres murieron por ellas.
 
El segundo viaje

Tras el retorno de la Flota, Yongle ordenó que se volviera a organizar una expedición, cuyo objetivo principal sería devolver a los embajadores extranjeros a sus lugares de origen. No está claro si Zheng He participó en este segundo viaje o si, por el contrario, permaneció en China, tal vez reparando el templo de Tianfei en Meizhou.

De no haber viajado en la expedición, ésta habría sido comandada por los eunucos Wang Jinghong y Hou Xian. Comenzó a finales de 1407 o comienzos de 1408. Contaba con 68 barcos, menor número que el anterior viaje ya que -entre otros motivos- no se consideró necesario llevar tantos barcos de guerra. Repitió básicamente los mismos pasos que el anterior, visitando Siam, Java, Deli, Ahceh, Cochin y Calicut. Esta expedición estuvo marcada por su carácter político ya que los chinos intervinieron en las disputas entre siameses y khemeres, además de participar en la elección del nuevo rey (zamurin) de Calicut: Mana Vikranam

Templo de Tianfei en Meizhou.
El tercer viaje

Comenzó en 1409 con sólo 48 barcos. Visitaron Vietnam, Temasek (el actual Singapur) y llegaron hasta Malaca, donde reconocieron la autoridad de un rey local para garantizar la estabilidad de la región. Prosiguieron hasta Sri Lanka y llegaron hasta Sumatra, allí erigieron una lápida conmemorativa de Buda, Alá y una deidad hindú, como muestra de respeto a las costumbres locales.

Torre de porcelana en Nankín
Existe una cierta confusión sobre las creencias religiosas de Zheng He, algunos lo describen como un musulmán ortodoxo que ayudó a extender su fe por el sudeste asiático. Se tiene constancia que durante sus expediciones colaboró en el traslado un gran número de musulmanes chinos a Malaca, Palembang y Surabaya (dos ciudades de Indonesia). Sin embargo, Zheng He siempre fue respetuoso con las demás religiones, fundamentalmente budismo y taoísmo, y no dudó en seguir sus rituales cuando lo creyó necesario. Tal vez por esto, algunos estudiosos consideran pudiera practicado alguna forma de sincretismo.

En efecto, aunque Zheng He era musulmán, rezaba y presentaba ofrendas a Tianfei. Los chinos creían que las tormentas eran causadas por dragones gigantes. Quemar incienso como ofrenda a la diosa Tianfei era una manera de calmar a esos dragones. A bordo de su flota, Zheng He consultaba a sus navegantes, pero también a sus astrólogos y sacerdotes taoístas.

Lo que sucedió durante este tercer viaje es objeto de discusión:

Según las fuentes chinas Alakeswara(gobernador de Sumatra) solicitó a Zheng He el pago de un tributo, a lo que éste se negó. Alakeswara envió entonces un ejército de 50.000 soldados a cortar la comunicación de Zheng He -y el ejército de 2.000 soldados que le acompañaba- con la Flota. Zheng He, dándose cuenta de que casi todas las fuerzas cingalesas le cortaban el paso, dio media vuelta y marchó contra la capital. Tras tomar la ciudad y capturar a Alakeswara, Zheng He consiguió marchar sin problemas a la costa. Alakeswara fue llevado a Nankín, donde se le perdonó por su "ignorancia" y se ordenó que "uno de sus sabios seguidores" gobernara en su lugar. Las fuentes chinas no dan más detalles y parecen confundidas sobre la estructura de poder en la isla, hasta el punto de que no queda del todo claro si fue Alakeswara, Vijaya Bahu VI o ambos quienes estuvieron en Nankín.Los cingaleses explican que Zheng He llegó con la intención de deponer al rey Vijaya Bahu VI e instalarse él mismo como soberano de Kotte. Alakeswara estableció una alianza con Zheng He para derrocar al rey y fue este quien viajó a China. Cuando Vihaya Bahu VI volvió a Sri Lanka fue asesinado en secreto por Alakeswara, que se convirtió así soberano de la isla.

Sagrado diente de Buda
Sin embargo ambas fuentes concuerdan en que el sagrado diente de Buda que se conservaba en Sri Lanka fue llevado a China. Las fuentes chinas no explican cómo ni por qué llegó allí. Los cingaleses indican que los chinos deseaban hacerse con la reliquia, pero eso no concuerda con el respeto que habían mostrado los chinos con las religiones de la isla. Es posible que fuera el rey Vijaya Bahu VI quien llevara voluntariamente el diente hasta China para convencer al emperador de que era el legítimo soberano o para impedir que cayera en manos de Alakeswara. En todo caso, cuando el rey volvió a la isla, el diente retornó con él.

Como clara constancia del viaje se conserva la lápida china, erigida finalmente cerca de la ciudad de Galle. En 1412, con el dinero obtenido del comercio, se inició la construcción de la Torre de porcelana en Nankín, de casi 80 metros de alto. Además de la torre en sí, los jardines que la rodeaban contaban con plantas y animales obtenidos gracias a las expediciones de Zheng He. La torre fue destruida durante la rebelión Taiping en 1856.
 
El cuarto viaje

Las tres primeras flotas habían tenido como objetivo la mejora de las relaciones comerciales con el sudeste asiático. A partir de este momento, Yongle ordena la exploración de Arabia y África, lugares que, si bien no eran desconocidos para los chinos, no habían sido nunca explorados de manera sistemática. La cuarta flota partió en enero de 1414, esta vez eran 63 barcos y llegó hasta la India y las Maldivas.

¿Quilin? Girafa
Los soldados de la flota de Zheng He no solían inmiscuirse en las luchas locales, su función era más intimidatoria que de conquista y colonización, tal vez por la falta de tradición imperialista de China. Zheng He normalmente preferiría conseguir sus fines mediante el uso de la diplomacia, aunque tampoco se arrugaba si llegado el momento necesitaba recurrir a la violencia para impresionar a los pueblos extranjeros o hacerles pagar los tributos si estos se negaban.

Zheng He había tenido que utilizar la fuerza en los viajes anteriores y en este cuarto la tuvo que volver a utilizar para defenderse del candidato al trono de la ciudad de Semudera en Sumatra. La cuarta flota regresó en 1414 trayendo de invitado al rey de Bengala que llevó un curioso presente al emperador. Los chinos creyeron que se trataban de un quilin, un animal mitológico que sólo aparecía cuando existía un buen gobierno, aunque en realidad era una jirafa. Muchos en la corte felicitaron a Yongle por este buen augurio.

El quinto viaje

El quinto viaje se inició el 28 de diciembre de 1416. Después de visitar los puertos habituales del sudeste asiático, la flota llegó hasta la península Arábiga donde fueron bien recibidos y después se encaminó al sur, hasta Somalia.
 
El sexto viaje

La exploración y la curiosidad impulsaron un sexto viaje que comenzó la primavera de 1421. Aunque China había mantenido relaciones comerciales con África antes, esta seguía siendo una tierra “nueva”. La flota volvió a visitar Arabia y el este de África. Zheng He tuvo que regresar antes de completar el viaje, puede ser que para asistir a la inauguración de la Ciudad Prohibida.

Rowan Gavin Paton Menzies sostiene que en 1421, más de un centenar de barcos chinos alcanzaron las islas de Cabo Verde, entre África y Sudamérica, y de allí se dividieron en tres expediciones mayores que luego se volvieron a reencontrar en China, tras recorrer miles y miles de millas náuticas y descubrir nuevas tierras hacia los cuatro puntos cardinales.

Rowan Gavin Paton Menzies
La flota expedicionaria I, del almirante Zhou Wen, llegó a las Antillas, y de allí bordeó toda la costa atlántica norteamericana siguiendo hasta el océano Ártico, para retornar a aguas chinas por el norte de Groenlandia, de Islandia y de Asia. Se desplazó entre los icebergs del legendario “Paso del Norte”, que buscaron infructuosamente europeos y norteamericanos durante gran parte del siglo XIX.

El almirante Zhou Man, entretanto, al mando de la expedición II, bordeó Sudamérica desde las Guayanas hasta las islas Malvinas, pasando por Brasil y el río de la Plata. En el extremo sur, Zhou Man dio la vuelta por el estrecho que Magallanes, “descubriría” un siglo después, para remontar enseguida por la corriente de Humboldt, a lo largo de Chile y la costa pacífica sudamericana.
 
Avanzó al norte de Perú, donde hasta hoy son hallados objetos arqueológicos de manufactura o inspiración china, y de allí siguió al sur-oeste a Nueva Zelanda y la costa oriental de Australia, para luego retornar a América. La recorrería esta vez desde California –a la que imaginó como una isla– hasta el Ecuador. Desde allí emprendió el regreso a China, a través del archipiélago filipino.

Finalmente, la expedición III, a cargo de Hong Bao, otro almirante eunuco, como los anteriores y todos los más altos oficiales de la Marina Imperial china de esos años, protegidos del Emperador Yongle, hizo el trayecto de las islas de Cabo Verde hasta la Antártica, descendiendo en vertical, para luego bordear las costas más australes del mundo, cubiertas de nieve, de regreso hacia el Este.

Así, Hong Bao llegó a las islas Kerguelen, al sur de la India, donde hoy funciona una base atómica francesa cercana al círculo polar. Desde allí enfiló sus naves hacia el Norte, rumbo a China, con escala en la costa occidental de Australia, antes de completar la hazaña colectiva que ahora asombra al mundo, tardíamente enterado de esta proeza sin parangón en los anales de los grandes descubrimientos y navegaciones de la humanidad

 Pese a que las sucesivas flotas habían convertido a China en la dominadora de gran parte del Océano Índico, parecía que el fin de estos viajes comerciales se acercaba. Por un lado, la clase dirigente confucionista, partidaria del aislacionismo, empezaba a recuperar la influencia perdida en la corte. Por otro, la construcción naval había empezado a caer en decadencia tras la renovación del Gran Canal en 1411. El canal ofrecía una ruta más rápida y segura para transportar grano que la marítima, la demanda para barcos marinos cayó. A su vez, el imperio empezó a tener problemas internos: hambrunas, epidemias, déficit, inflación,… Y además se vio envuelto en una guerra inacabable en una provincia rebelde al norte de Vietnam.

En 1424 el emperador, y gran valedor de Zheng He, Yongle, falleció y fue sucedido por su primogénito, el emperador Hongxi, que aunque tuvo un reinado de sólo 9 meses, se mostró contrario a continuar los viajes de la flotas. Hongxi fue a su vez sucedido por su hijo, Xuande, que al poco de llegar al poder, el 29 de junio de 1430, y preocupado por la pérdida de influencia en el exterior y la reducción del comercio tributario, ordenó iniciar los preparativos de una nueva expedición.

El séptimo y último viaje

Tumba de Zheng He
Sería el séptimo y último viaje para Zheng He. Debido al parón de 6 años desde el anterior, los preparativos fueron esta vez más largos, pero fue la mayor de todas las expediciones, en total, otra vez, más de 300 barcos. El objetivo era restaurar la tranquilidad en los mares. La flota se dividió en dos grupos, uno de ellos llegó tan al sur como Kenia y Mozambique, el otro, al mando del cual estaba Zheng He, se dirigió hacia el golfo Pérsico. Zhenge He murió antes de llegar al golfo Pérsico y, como los grandes almirantes, Zheng He fue enterrado en el mar. Sin embargo, sus zapatos y una brizna de sus cabellos fueron llevados a Nankín para ser enterrados en una cueva budista. En Nankín (colina de Niushou) se erigió una lápida funeraria musulmana, pero no se ha encontrado en ella ningún resto humano u objeto. La tumba fue restaurada en 1985.

La flota sin su almirante regresó en 1433 con nuevos embajadores y cinco nuevos quilin. Hongxi se mostró satisfecho por la restauración del comercio tributario, pero murió en 1435. El nuevo emperador, Jungtong, llegó al trono con apenas siete años de edad y se convirtió en un títere en mano de los eunucos. En 1449 fue capturado por los mongoles. Los confucionistas, que acusaban a los eunucos de tal desastre, aconsejaron deshacerse de ellos y les prohibieron participar en el comercio ultramarino.

El fin de la flota del Tesoro


Los confucionistas eran mucho más conservadores que los eunucos, veneraban la autoridad y el modo de vida rural, no la innovación y el comercio. Las creencias confucionistas consideraban poco apropiado que una persona viajara al extranjero mientras sus padres aún estaban vivos. Además, creían que poco tenían que ofrecer las naciones “bárbaras” a la mucha más avanzada, y ya próspera, China.

Eventualmente la élite confucionista prohibió la construcción de buques con más de dos palos y la navegación marítima (edicto Hai Jin). Zheng He fue cayendo en el olvido, e incluso llegó a ser visto como una figura negativa por ser contraria a las ideas confucionistas. La información de los dos últimos viajes, los más lejanos, fue destruida por los funcionarios del emperador Ming, probablemente para evitar más “despilfarros” al país.

Juan Sebastián Elcano
Los inmensos juncos chinos lanzados a conquistar los océanos por el Emperador Yongle, y a cargo de Zheng He, su principal consejero, dieron la vuelta completa al mundo 100 años antes que la expedición magallánica, que concluyó su periplo a las órdenes de Juan Sebastián Elcano. Llegaron a la punta sur africana –llamada después cabo de Buena Esperanza–, 66 años antes que los portugueses; descubrieron América 71 años antes que Colón; estuvieron en Australia y Nueva Zelanda tres siglos y medio antes que Cook, y bordearon los dos polos, por lo menos, con cuatro siglos de anticipación a los europeos.

Mucho se ha especulado sobre qué habría sucedido si China hubiera mantenido las expediciones navales, pero la realidad es que finalizaron de forma abrupta, lo que sin duda se convirtió en una oportunidad perdida y facilitó la exploración europea. Además de los problemas que ya habían provocado el primer parón después del sexto viaje. El imperio Ming se encontró con cuestiones más urgentes. Los mongoles volvían a constituir una amenaza al norte, lo que desvió la inversión militar del caro mantenimiento de las flotas del tesoro. La inflación convirtió a los billetes Ming en poco fiables y dejaron de ser aceptados en el extranjero, se exigió el pago mediante bienes materiales, condiciones menos atractivas para los chinos.

600 años despues
Con motivo del 600 aniversario de su primer viaje, se inició una recuperación de la figura de Zheng He, promovida por el gobierno chino, gracias a la apertura de museos, construcción de réplicas de sus barcos del tesoro, series de televisión y libros. La imagen de Zheng He como embajador cultural de buena voluntad, marino de un país poderoso, pero amante ferviente de la paz, fue utilizada por el Partido Comunista Chino, para demostrar a sus propios ciudadanos que China estaba recuperando su gloria pasada, a la vez que para tranquilizar a los países vecinos demostrándoles que China podía ser fuerte sin convertirse por ello en una amenaza.

Pero incluso en la misma China, el uso de historia pobremente documentada como moderna propaganda causó un cierto rechazo. Algunos estudiosos criticaron la campaña por ser sólo una distorsión, que olvidaba que Zheng He trataba a los extranjeros como bárbaros y a la mayoría de países como estados vasallos. Los críticos con la campaña rebajaban, también, los logros de sus viajes, que, según ellos, sólo sirvieron para recaudar impuestos para un emperador megalómano y derrochador.

El gran almirante Zheng He

Zheng He estuvo al mando de todas las flotas chinas durante casi tres décadas, desde 1405 hasta 1433. Él mismo dirigió la construcción de los enormes barcos que las integraban, en astilleros que hizo erigir en Nanking hace seis siglos. Aún hoy se encuentran en plena producción.

Calificado de “explorador, conquistador, diplomático y promotor del comercio global” por la revista norteamericana “Time”, el eunuco Zheng He fue proclamado por la misma publicación como el número 14 entre las 100 personalidades que más han influido en la historia de la humanidad, por sus viajes, descubrimientos y mapas que agentes secretos llevaron a Italia, primeramente, para luego ser vendidos a los reyes de Portugal, España e Inglaterra. Décadas después, es cierto, pero que habrían permitido enviar a los navegantes europeos siguiendo rutas ya comprobadas.